¿Sabes cómo cuidar tu salud mental y mantener tu bienestar emocional?
El Doctor Luis Javier Tobón Restrepo nos lo cuenta hoy:
Por la mayoría de nosotros es conocido, que la piel es una barrera protectora de nuestro
organismo, que es la primera capa de defensa del cuerpo, con la cual, podemos repeler polución y microorganismos que pueden atacar la integridad de una persona, exponiéndole a nuevas y mortales amenazas, por lo cual, sin una piel que cumpla sus encargos naturales, podemos ser altamente vulnerables y estar expuestos a factores extraños que nos invadan o laceren hasta el deceso.
Vista así, la piel, y junto con ella todos los sistemas de defensa y eliminación, le son favorables a los humanos para que estos puedan moverse en medio de un mundo, climática, química y físicamente hostil. La vida está fuertemente posibilitada por aquellas estrategias de protección y cuidado con las que reforcemos el trabajo de la barrera inmunológica, y por la previsión con la que alimentemos interna y externamente, esa fortaleza de nuestro territorio extenso y variado que resulta ser la piel.
Ahora bien, la piel no solamente es la barrera protectora, pues en la vida humana cumple
funciones relacionales específicas, que van más allá del tacto, la apariencia y la seguridad. Es, además, y estratégicamente la frontera de nuestra existencia extensa, en otras palabras, es el borde material hasta donde llegamos en cuanto seres ubicados en el mundo, ocupando un espacio y un lugar. Dicho de otra manera, somos hasta la frontera de nuestra piel, y fuera de ella ya no somos, al menos en términos físicos.
Lo anterior sería completamente cierto y suficiente, si nos leemos como meros objetos materiales, pero la realidad de nuestra existencia la constituye no solo la materia a través de la cual vivimos, sino los fenómenos mentales con los cuales elegimos las formas de vida, lo que quiere decir, que, para que la vida humana ocurra, precisamos de un cuerpo vivo desde, sobre y con el cual, la mente se proyecte, el alma se recree, el espíritu se alimente, el psiquismo se desarrolle, y tras todo ello, las relaciones humanas nos permitan prolongar la vida social, la cultura y la humanidad.
Así pues, podemos entender que la condición humana, como una manifestación bio-psico-social, está favorecida por un cuerpo, una mente y una sociedad, con lo que, si el cuerpo precisa de una piel para su protección ¿podría pensarse en unas pieles que protejan la mente y las relaciones humanas?
Pasando por ahora la dimensión social, que será objeto de otra reflexión en el futuro, tratemos de explorar una piel viva para una mente viva.

Si consideramos que toda nuestra mente o nuestro psiquismo, tiene un funcionamiento particular y delimitado, al tiempo que es análogo o funciona de forma parecida a la estructura corporal, entonces se precisa realizar preguntas como: ¿cuál es la barrera protectora de nuestra mente? ¿Es necesario fortalecer las defensas de la mente? ¿Qué posibles ataques puede sufrir? ¿Cómo se ve amenazada y vulnerada? ¿Cómo protegerla, cuidarla y vitalizarla para estar más seguros?
Así como la piel puede perder vitalidad y enfermar, también la mente. La salud mental puede entenderse entonces respondiendo a las anteriores preguntas.
La barrera protectora de nuestra mente, es de forma general, la claridad en la identidad, la
autenticidad de lo que soy, un YO delimitado, ya no solo por la piel, sino por lo que realmente me pertenece, deseo, necesito y elijo con libertad. Cuando no tengo una barrera protectora es cuando no logro poner límites a las personas que esperan que yo haga todo por ellas, desplazando las responsabilidades, imponiéndome sus deseos para no tener que asumir su propia vida, en consecuencia, nos podemos convertir en objetos útiles para los otros, en cosas a las que se les proyecta, demanda e imponen funciones que no nos son propias.
Esta barrera protectora, al ser la identidad, se fortalece clarificando quién soy y sobre todo quién quiero ser y quién ya no quiero seguir siendo, puesto que las personas no estamos definidas de una vez y para siempre, podemos trascender, evolucionar, transformarnos, avanzar, crecer, elegir, decidir y actuar de cara a lo que consideremos más pertinente, aún cuando estas elecciones parezcan estar en contra de las normas familiares, sociales o institucionales. Fortalecer la identidad es fortalecer las decisiones acordes al conocimiento que tenemos de nosotros mismos y de nuestras necesidades.
Las defensas a las que hemos de hacernos para proteger la salud mental, estarán dotadas de autenticidad, conocimiento de sí mismos, optimismo, congruencia, sencillez, confianza, estima positiva, valor y amor propio, seguridad, eficacia, libertad, conciencia, relaciones positivas, acciones virtuosas, pensamiento crítico, satisfacción laboral, actividades saludables, cuerpo sano y piel viva.
Las consecuencias generadas de lo anterior se verán reflejadas en una mayor resiliencia, capacidad de respuesta a las dificultades, alcanzar triunfos personales a la medida de nuestras posibilidades, tener mayor satisfacción con la vida general, y sobre todo una perspectiva y un sentido de la vida mucho más claro, pues es un sentido elegido por mí mismo, no uno que se haya impuesto desde afuera cuando mi piel es permeable, porosa, rota, débil, deficiente y sin la fortaleza para poner límites.
Una piel sana repele los ataques del ambiente hostil, y los ambientes hostiles a los que se expone una mente sin una piel o una frontera sana, están cargados de manipulación, humillación, devaluación, maltratos, burlas, y amenazas de abandono. Existen personas que tienden a querer atravesar esa piel, se presentan como salvadoras y exclusivas, tienen conductas agresivas, desde sutiles en las palabras de descalificación hasta mortales en el daño físico. Así pues, una mente viva me permite decir NO y voluntariamente SÍ, cuando honestamente así lo siento.
Hemos de advertir también, que los demás no son los únicos que pueden permear nuestra salud mental, ya sea por vicio o por defecto, nosotros mismos nos exponemos sin que nadie nos obligue, nos solemos prestar voluntariamente como cosas, y sobre todo alimentarnos de información que no es para nada nutritiva, por el contrario, tiene un efecto cancerígeno, pues se trata de esos malos pensamientos, percepciones sobre nosotros mismos que se encargan de socavar el amor propio, la confianza y la capacidad de hacer y sentir con satisfacción y libertad.
“No sirvo”, “no puedo”, “no debería”, son contaminantes, abrasivos y corrosivos de la tranquilidad y el bienestar emocional. Nos hace tener una imagen equivocada de nosotros mismos y luego de ello, quedamos mucho más expuestos a la toxicidad de la información mal intencionada, ciertas fuentes y referencias populares, modas y estilos que en lugar de querer hacer de nosotros una persona incluida, responsable, diversa, transparente, flexible y agradecida con la vida, nos influyen para compararnos, trabajar para estereotipos físicos y sociales uniformados y engañosos.
Habríamos entonces de empezar a querer nuestra piel para a través de ella amar nuestro cuerpo, del mismo modo, habremos de reconciliarnos con lo que creemos que somos, amar nuestra piel psicológica, nuestra personalidad e identidad, disculpando, perdonando y valorando todos esos sentimientos y acciones que en otro momento pudimos rechazarnos y con los que nos generamos culpas innecesarias. Se trata de amar nuestra individualidad en medio de la diversidad.
Gustarnos, enamorarnos de nosotros mismos, atraernos y conquistarnos cada día. Hacernos mejores para nosotros, disfrutar de nuestra propia compañía, contar con nuestras capacidades y proyectar un futuro en el cual nos vivamos a plenitud. Tal como ocurre en una relación afectiva, este enamoramiento no narcisista de nosotros mismos, debe ser auténtico, sin imponernos maquillajes y juzgarnos por lo que no tenemos; por el contrario, satisfechos y preocupados por mejorar lo que tenemos, pues solo desde la sinceridad y humildad hacia nosotros, nos seremos empáticos, agradables, amenos y amorosos.
Amar nuestra piel psicológica pasa por descubrirnos satisfechos y optimistas con lo que vamos construyendo día a día con la vida, sabiendo que contar con las personas como aliados emocionales es una gran ganancia emocional y vital, pero no por ello debemos salir a maquillarnos, vender los sentimientos, negar los ideales, renunciar a los deseos o callar lo que necesitamos decir. El miedo humano a quedarnos solos no se puede convertir en el motor para dejar que el más mínimo atisbo de aparente amor, se convierta en la fuente hidratante de nuestra humanidad temerosa y ansiosa.
El miedo a no pertenecer, a que el mundo superficial ocurra sin nosotros, un mundo que parece ser feliz y que nos excluye, se convierte ese rayo UV, que reseca, quema, deteriora y maltrata la piel de la identidad personal, frente a lo cual, muchos solemos hacernos máscaras para tolerar y parecer satisfechos con ese mundo, en lugar de tomar distancia de él, y dejarlo pasar, sabiendo que no justifica tanta fatiga en el maquillaje, si solo de eso dependeremos.
A este nivel es claro entonces, que la salud mental tiene que ver también con no usar máscaras, con limpiar todos los días en una rutina de mente, como rutina de piel, eso que soy para diferenciarlo de lo que no soy. No soy lo que el otro quiere, me impone, espera, obliga, fantasea, manipula, teme o proyecta; no soy lo que la sociedad ha dicho históricamente que debo ser, lo que los medios imponen ser, lo que el dinero compra y lo que la moda regala.
Soy autocuidado, elección, libertad, confianza, tranquilidad, espontaneidad, apertura, satisfacción, emociones bonitas y otras no tanto, soy error y soy aprendizaje; soy todas esas experiencias de mi pasado en las que no me quiero reflejar y aquellas de definitivamente necesito prolongar; soy presente, aquí y ahora, vivencia plena, sueños y valores, fuerza ante los avatares de la vida, y en síntesis, todo lo que me permita hacer conmigo y para mí, también para el otro, con la claridad de haberlo elegido libremente.
Todas estas situaciones configuran la piel mental en la que habito, me fortalecen para moverme en el mundo, y en tanto tenga claridad de quién estoy siendo, y quién quiero ser,
diferenciándome, delimitándome y con la claridad de lo que no me pertenece, entonces tendré una mente viva, con la cual, podremos salir al mundo a construir relaciones positivas, desde el autocuidado responsable, consciente y real.
Autor: Luis Javier Tobón Restrepo.
Doctor en Psicología de la Universidad Católica Argentina.
Psicólogo y Licenciado en Filosofía.
Docente universitario y psicoterapeuta.
Sitio web: www.javiertobon.cf
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